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La adolescencia es una etapa de transformación profunda. Aunque puede vivirse con ilusión y crecimiento, también suele traer consigo desafíos emocionales, conductuales y relacionales, tanto para quienes la atraviesan como para sus familias.
Entender que esta etapa es distinta a la infancia es fundamental para ofrecer una intervención psicológica realmente eficaz. En este proceso, el adolescente necesita sentirse comprendido, validado y capaz de afrontar sus dificultades con el acompañamiento profesional adecuado, sin perder su autonomía ni su voz.
A lo largo de nuestra experiencia clínica, hemos trabajado con jóvenes y familias que se enfrentan a situaciones como:
La vida adulta y la madurez traen consigo retos, cambios y, en ocasiones, malestar emocional que puede afectar tanto a la persona como a su entorno. Cuando las dificultades se vuelven persistentes, interfieren en el día a día o generan sufrimiento, es momento de buscar apoyo profesional.
La terapia psicológica en la edad adulta se centra en comprender qué está ocurriendo, identificar patrones que generan malestar y ofrecer herramientas concretas para afrontarlos de forma más saludable. El proceso terapéutico comienza siempre con una fase de evaluación, en la que se analiza en profundidad la situación y se establecen los objetivos que guiarán el trabajo en sesión.
Cada persona es diferente, y por eso las intervenciones se adaptan a las necesidades particulares de cada caso. El compromiso con el cambio, sumado al acompañamiento profesional, facilita la mejora del bienestar y la recuperación del equilibrio emocional.
A lo largo de nuestra trayectoria, hemos acompañado a muchas personas adultas en procesos relacionados con:
Las relaciones de pareja atraviesan momentos de conexión y también etapas de dificultad. La terapia de pareja ofrece un espacio estructurado y seguro en el que ambos miembros pueden expresar sus necesidades, identificar los focos del conflicto y aprender a gestionar las diferencias de forma más saludable.
El acompañamiento terapéutico en este contexto se centra en analizar las dinámicas actuales de la relación, detectar los patrones que generan malestar y ofrecer herramientas concretas —como habilidades de comunicación, gestión emocional o resolución de conflictos— que ayuden a mejorar el vínculo.
Los motivos más frecuentes por los que una pareja consulta incluyen desacuerdos constantes, pérdida de conexión emocional, crisis relacionadas con etapas vitales (maternidad/paternidad, problemas laborales, enfermedades, etc.) o la necesidad de tomar decisiones importantes en momentos de cambio.
También es útil en situaciones donde la relación se encuentra deteriorada o cercana a una posible separación. En estos casos, el proceso terapéutico puede facilitar una toma de decisiones más consciente y respetuosa, así como mejorar la forma en que se gestionan las interacciones.
La sexualidad es una parte fundamental del bienestar, pero no siempre se vive de forma satisfactoria. A veces, por factores emocionales, experiencias previas, presiones sociales o aprendizajes poco funcionales, pueden aparecer dificultades que afectan a la intimidad, la autoestima y la calidad de vida.
La terapia sexual permite explorar con respeto y profesionalidad los bloqueos, malestares o inseguridades relacionados con la vida sexual, ya sea de manera individual o en el marco de una relación de pareja.
Desde un enfoque terapéutico, se trabaja para comprender cómo se ha desarrollado la dificultad, desmitificar creencias, reconectar con el cuerpo y favorecer el aprendizaje de nuevas formas de vivir la sexualidad de forma más libre y placentera.
Algunas de las demandas más habituales que abordamos en consulta incluyen:
Cada proceso se adapta a las necesidades de la persona o la pareja, trabajando desde el respeto, la confidencialidad y la evidencia científica.
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