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La adolescencia es una etapa de transformación profunda. Aunque puede vivirse con ilusión y crecimiento, también suele traer consigo desafíos emocionales, conductuales y relacionales, tanto para quienes la atraviesan como para sus familias.

Entender que esta etapa es distinta a la infancia es fundamental para ofrecer una intervención psicológica realmente eficaz. En este proceso, el adolescente necesita sentirse comprendido, validado y capaz de afrontar sus dificultades con el acompañamiento profesional adecuado, sin perder su autonomía ni su voz.

¿Qué dificultades abordamos habitualmente?

A lo largo de nuestra experiencia clínica, hemos trabajado con jóvenes y familias que se enfrentan a situaciones como:

  • Miedos intensos o persistentes: temor a dormir solo, a la oscuridad, a la separación o al entorno escolar.
  • Estados de ánimo bajos o síntomas de tristeza prolongada.
  • Dificultades relacionadas con el control de esfínteres, tanto durante el día como por la noche (enuresis, encopresis).
  • Problemas en la alimentación: falta de apetito, rechazo de comida, lentitud extrema al comer.
  • Alteraciones del sueño: dificultad para conciliar el sueño, pesadillas frecuentes, terrores nocturnos.
  • Rivalidad o celos entre hermanos.
  • Problemas de atención, concentración o inquietud excesiva.
  • Déficits en hábitos de autonomía y responsabilidades del día a día.
  • Conductas desafiantes o disruptivas: rabietas frecuentes, desobediencia, agresividad verbal o física.
  • Procesos de separación o divorcio parental.
  • Acompañamiento en situaciones de adopción.
  • El objetivo de la intervención es ofrecer al adolescente un espacio seguro donde pueda expresarse sin juicios, trabajar sobre lo que le afecta y descubrir sus propios recursos para afrontar sus dificultades.

La vida adulta y la madurez traen consigo retos, cambios y, en ocasiones, malestar emocional que puede afectar tanto a la persona como a su entorno. Cuando las dificultades se vuelven persistentes, interfieren en el día a día o generan sufrimiento, es momento de buscar apoyo profesional.

La terapia psicológica en la edad adulta se centra en comprender qué está ocurriendo, identificar patrones que generan malestar y ofrecer herramientas concretas para afrontarlos de forma más saludable. El proceso terapéutico comienza siempre con una fase de evaluación, en la que se analiza en profundidad la situación y se establecen los objetivos que guiarán el trabajo en sesión.

Cada persona es diferente, y por eso las intervenciones se adaptan a las necesidades particulares de cada caso. El compromiso con el cambio, sumado al acompañamiento profesional, facilita la mejora del bienestar y la recuperación del equilibrio emocional.

¿Qué dificultades abordamos habitualmente?

A lo largo de nuestra trayectoria, hemos acompañado a muchas personas adultas en procesos relacionados con:

  • Trastornos de ansiedad: ataques de pánico, miedos irracionales, fobias, obsesiones, preocupación constante, hipocondría, agorafobia.
  • Alteraciones del estado de ánimo: depresión, angustia, inseguridad, cambios emocionales intensos.
  • Problemas con la conducta alimentaria: anorexia, bulimia, atracones, dificultades con la imagen corporal.
  • Dificultades sexuales: falta de deseo, disfunción eréctil, anorgasmia, eyaculación precoz.
  • Dificultades sociales: miedo a interactuar, aislamiento, timidez extrema.
  • Trastornos del sueño: insomnio, despertares frecuentes, problemas para conciliar el sueño.
  • Problemas de pareja: conflictos, ruptura, infidelidad, comunicación disfuncional.
  • Conflictos familiares o laborales: tensión, falta de comunicación, bloqueos en la toma de decisiones.
  • Problemas de control emocional: impulsividad, agresividad, frustración.
  • Situaciones de crisis vital o pérdida de sentido.
  • Adicciones y conductas compulsivas.
  • Estrés crónico o desbordamiento emocional.
  • Acoso laboral (mobbing).
  • Duelo y pérdidas significativas.

Terapia de pareja

Las relaciones de pareja atraviesan momentos de conexión y también etapas de dificultad. La terapia de pareja ofrece un espacio estructurado y seguro en el que ambos miembros pueden expresar sus necesidades, identificar los focos del conflicto y aprender a gestionar las diferencias de forma más saludable.

El acompañamiento terapéutico en este contexto se centra en analizar las dinámicas actuales de la relación, detectar los patrones que generan malestar y ofrecer herramientas concretas —como habilidades de comunicación, gestión emocional o resolución de conflictos— que ayuden a mejorar el vínculo.

Los motivos más frecuentes por los que una pareja consulta incluyen desacuerdos constantes, pérdida de conexión emocional, crisis relacionadas con etapas vitales (maternidad/paternidad, problemas laborales, enfermedades, etc.) o la necesidad de tomar decisiones importantes en momentos de cambio.

También es útil en situaciones donde la relación se encuentra deteriorada o cercana a una posible separación. En estos casos, el proceso terapéutico puede facilitar una toma de decisiones más consciente y respetuosa, así como mejorar la forma en que se gestionan las interacciones.

Terapia sexual

La sexualidad es una parte fundamental del bienestar, pero no siempre se vive de forma satisfactoria. A veces, por factores emocionales, experiencias previas, presiones sociales o aprendizajes poco funcionales, pueden aparecer dificultades que afectan a la intimidad, la autoestima y la calidad de vida.

La terapia sexual permite explorar con respeto y profesionalidad los bloqueos, malestares o inseguridades relacionados con la vida sexual, ya sea de manera individual o en el marco de una relación de pareja.

Desde un enfoque terapéutico, se trabaja para comprender cómo se ha desarrollado la dificultad, desmitificar creencias, reconectar con el cuerpo y favorecer el aprendizaje de nuevas formas de vivir la sexualidad de forma más libre y placentera.

Algunas de las demandas más habituales que abordamos en consulta incluyen:

  • Falta o disminución del deseo sexual
  • Dificultades en la excitación o en la respuesta orgásmica (anorgasmia)
  • Disfunción eréctil
  • Eyaculación precoz
  • Dolor o malestar en las relaciones (como en el caso del vaginismo)

Cada proceso se adapta a las necesidades de la persona o la pareja, trabajando desde el respeto, la confidencialidad y la evidencia científica.

Psicología Eva Feijóo
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